RETO Nº 10 LISTA DE PALABRAS
Texto Ganador en Verso
(21 puntos) Conchi Martínez de Madina (Perfil de Facebook)
El éxtasis ya ha
entrado en el soneto;
me faltan agua, hechizo, gozo, paz…
también debo meter en este reto
exánime, bonito, amar, verdad.
Un inciso, que voy a otro cuarteto,
aún me quedan palabras por usar,
son música y embrujo y esqueleto,
-la última solo es para rimar-.
Me resta impedimenta, ¡qué palabro!
¡si es mucho más hermosa corazón…
en cuanto pasión ponga, yo me abro
y dejo a Samarcanda y su legión
que juzguen sin rigor el descalabro.
me faltan agua, hechizo, gozo, paz…
también debo meter en este reto
exánime, bonito, amar, verdad.
Un inciso, que voy a otro cuarteto,
aún me quedan palabras por usar,
son música y embrujo y esqueleto,
-la última solo es para rimar-.
Me resta impedimenta, ¡qué palabro!
¡si es mucho más hermosa corazón…
en cuanto pasión ponga, yo me abro
y dejo a Samarcanda y su legión
que juzguen sin rigor el descalabro.
de un texto sin sentido y sin razón.
Conchi Martínez de Madina
Textos Ganadores en Prosa
(22 puntos) Silvia Savall (Perfil de Facebook)
(Comentarios generados en Territorio por el texto)
Era una tarde exánime, las
hojas caían rendidas bajo mis pies y la paz del paraje mostraba ese color
plomizo. Sentada en el banco de aquel parque, el frío se apoderaba de mis
huesos ya casi muertos por el hambre; pero no me importaba, ya que el alma
estaba desgastada por los tropiezos de una vida sin impulso, sin valor para
seguir adelante.
Todo era nada, ni el más breve recuerdo me hacía amar, ni siquiera la música ni el éxtasis de los sábados por la tarde. Me hermanaba al embrujo de la soledad y a su silencio como acostumbraba hacerlo con mi canción favorita, esa que deja en tu juventud un hilo de gozo en los labios.
Quise hechizarte tantas veces con mis manos, enroscarte con la pasión de los dedos y juntar tu mejilla bonita sobre la mía. De pronto, un laúd de impedimentas borraba el soneto que nacía entre flores de agua. La vida no me había regalado una niñez maravillosa, ni una familia que me quisiera tanto como yo a ellos, siempre fui huérfana de padre y madre incluso antes que me abandonaran.
Ahora, después de un puñado de años de existencia, me rindo ante la verdad que me ahoga. Quizás mañana pueda hacer un inciso y descubra nuevas raíces donde afianzarme sin miedo.
Todo era nada, ni el más breve recuerdo me hacía amar, ni siquiera la música ni el éxtasis de los sábados por la tarde. Me hermanaba al embrujo de la soledad y a su silencio como acostumbraba hacerlo con mi canción favorita, esa que deja en tu juventud un hilo de gozo en los labios.
Quise hechizarte tantas veces con mis manos, enroscarte con la pasión de los dedos y juntar tu mejilla bonita sobre la mía. De pronto, un laúd de impedimentas borraba el soneto que nacía entre flores de agua. La vida no me había regalado una niñez maravillosa, ni una familia que me quisiera tanto como yo a ellos, siempre fui huérfana de padre y madre incluso antes que me abandonaran.
Ahora, después de un puñado de años de existencia, me rindo ante la verdad que me ahoga. Quizás mañana pueda hacer un inciso y descubra nuevas raíces donde afianzarme sin miedo.
Silvia Savall
(18 puntos) María Jesús Fernández (Perfil de Facebook)
(Comentarios generados en Territorio por el texto)
Abrió la puerta de la
calle y la música del despertar del día que rompía la armoniosa quietud de la
madrugada la envolvió en el hechizo de aquellas viejas callejuelas de piedra y
agua que guiaban sus pasos libres de impedimenta tras su secreta pasión.
Como cada mañana, la idea del encuentro ante un café, trazaba el sonido de sus tacones como sonetos que describían la experiencia arrolladora de amar, esos primeros instantes en que la mente parecía vivir en un inciso permanente de éxtasis y gozo.
Los exánimes transeúntes, que parecían correr como autómatas trasnochados, angustiados con la idea de llegar tarde a sus ocupaciones, no podían empañar la paz de aquel embrujo en el que vivía.
Traspasó el umbral de la bonita cafetería de los años veinte tal y como era su costumbre desde hacía unas semanas, de camino al trabajo. Allí, tras la barra, estaba su verdad enfundada en una irresistible sonrisa.
Como cada mañana, la idea del encuentro ante un café, trazaba el sonido de sus tacones como sonetos que describían la experiencia arrolladora de amar, esos primeros instantes en que la mente parecía vivir en un inciso permanente de éxtasis y gozo.
Los exánimes transeúntes, que parecían correr como autómatas trasnochados, angustiados con la idea de llegar tarde a sus ocupaciones, no podían empañar la paz de aquel embrujo en el que vivía.
Traspasó el umbral de la bonita cafetería de los años veinte tal y como era su costumbre desde hacía unas semanas, de camino al trabajo. Allí, tras la barra, estaba su verdad enfundada en una irresistible sonrisa.
María Jesús Fernández
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