(2) RETO ESPECIAL: LA IMAGEN
Texto Ganador en Prosa
(51 puntos)
ISA GARCÍA (Perfil de Facebook)
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Nunca me gustaron las despedidas. Y esta, especialmente, me
está costando más de lo que quisiera admitir. Será que la edad me ha vuelto
nostálgica... decir adiós a cuarenta años de vida no es algo fácil, te lo
aseguro.
He querido subir al último piso y, desde aquí,
contemplarte. Tu regia balaustrada, esas filigranas en hierro dibujándole
formas a la luz que inunda el rellano, la noble madera con la que acoges
pisadas y abrazas manos... pero sobre todo el mágico juego de tus curvas
ondulantes, ensoñadoras y únicas.
Parece que fue ayer cuando te contemplé por primera
vez, Felipe y yo recién llegados a Madrid para hacernos cargo de la portería,
nuestro trabajo a cambio de vivienda en el trastero del edificio y un modesto sueldo.
Para una pareja de jóvenes recién casados, instalarse en la capital era toda
una oportunidad.
Fuiste testigo mudo de la vida que bullía en las
señoriales viviendas que a ti se asomaban:
Guardaste entre tus escalones el furtivo primer
amor de Cristobalín, el hijo de los Sres. de Robles, ¿lo recuerdas?, soportaste
con estoica paciencia el paso acelerado de toda la chiquillería que habitó el
edificio, las escapadas nocturnas de algún señorito que no querríamos nombrar,
intuiste sonrisas, oíste carcajadas, llegaste a ser eco de lamentos y lloros...
sobreviviste. Y permaneces.
Al tiempo que los días pasaban para todos ellos,
también lo hacían para nosotros. Hace dos años que la vida me arrebató a mi
querido Felipe y sé que desde allí arriba nos estará hoy mirando con esa
ternura que solo él me sabía transmitir. Fuimos muy felices aquí... nada más
puedo desear.
Me vuelvo al pueblo, dicen que estoy en edad de
jubilarme. Sé que no volveré a verte y una parte de mí quedará por siempre
enredada entre tus peldaños.
Isa García
Texto Ganador en Verso
(34 puntos)
Ina Molina (Perfil de Facebook)
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Estancias perdidas
bajo mis pies cansados;
laberínticos pasajes que me desorientan;
en la espiral blanco nacarado,
perdidos van mi cuerpo y mi conciencia.
No oigo el rumor de mares escondidos,
vanas promesas de tiempos ya pasados,
aunque su concha acerque a mi atento oído,
los sonidos caracolean, silenciados.
No hay tibias manos que me reconforten,
ya no quedan en sus dedos melodías,
sólo cientos de escalones de bajada,
los mismos que ayer fueron de subida.
Pasamanos de barniz resbaladizo y satinado,
por donde tantas ilusiones se deslizaron,
cimbreando la cintura por las curvas de la vida
al ver el porvenir tan amenazado.
Peldaños alfombrados para la despedida;
forjados hierros, por los años despintados;
maderas que crujen con los tristes pasos;
y, en el hueco, el cadáver de un amor, amortajado.
Ina Molina
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