miércoles, 21 de octubre de 2015

Textos Ganadores. (6º) Reto Anónimo Mensual: La imagen

(6º)RETO ANÓNIMO MENSUAL: LA IMAGEN 
REVISTA SEMANAL DEL RETO


Texto Ganador en Verso
( 39 puntos)

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Heme aquí, a vuestro lado
Venciendo los desafíos
Por cortejar tales damas
Y gozar mis desvaríos.

Si presumís de zancudas
A mí no me faltan prendas
Y me sobran herramientas
Para andar a vuestra altura.

¿Por qué agacháis la cabeza
Ante mi excelsa figura?
Miradme, cuál escultura
Los dioses me han encomiado

Y si pasáis a mi lado
Hacedme una reverencia
Que soy el rey del corral
Y a cualquier ave sacudo
Dejándole así mi escudo
Y mi impronta de animal.

¡ Miradme, hermosas doncellas !
Que no soy gallo "capón"
Sino más bien ave fina
De artistas inspiración.

El flamenco no os merece
Que es un ave botarate
Y de mí debe aprender
La moral en el combate.

Defensor soy de las damas
Y aunque me cueste el cogote
Rendido estoy a sus pies
Como lo estuvo Quijote.

Alcira Nieves Saavedra



Textos Ganadores en Prosa
(Esta semana se ha producido un triple empate con 33 puntos) 
(Se exponen por orden de presentación)

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Y podía escuchar el caminar de sus elegantes pasos… Podía sentir esa paz de saberse y sentirse, sin más fronteras que ese horizonte que tenían ante sus ojos…parecía tan fácil…

Hubo un tiempo que los envidié, que soñaba con desprenderme de esa telaraña que me enredaba y atrapaba en un laberinto sin salida. Ser como aquellos que caminaban altivos tan cerca del cielo que hasta las estrellas verían enormes. Era hermoso contemplarlos tras mi ventana, ésa que me resguardaba de todo, y nada… Y ni tan siquiera me veían, no sentían los latidos de mi corazón, no sentían las magulladuras de mi alma, en realidad, parecía que no sentían…nada…pero eran tan increíblemente bellos… Debía hacerlo, debía salir ahí fuera, caminar junto a todos ellos, aun cuando mis pies gritaran doloridos. Pero algo me retuvo de pronto, algo quizá sobrenatural, algo que me arrastraba a ese interior de mí misma en donde percibía una belleza sin igual, distinta a aquella que contemplaba cada día, algo que me cegaba, que me abrazaba con su brillante y cálida luz… Sí…podía fundirme con ella, podía brillar junto a ella, podía ser ella, podía, podía… No importaban mis pequeños pies cansados y heridos, ni mis alas quebradas y sucias de tantas caídas, no importaba mi paso atolondrado y temeroso, no importaba mi tamaño, ni mi cuerpo, nada importaba, nada…porque era yo, sencilla y maravillosamente, era mi corazón el que latía, el que vivía por encima de todo mal. Era yo y mis sueños rotos que resurgíamos de todo y nada para ser, ser…desde ese interior que es lo que somos y como somos… Y entonces salí…pero no mirando a aquellos que parecían tocar el cielo…pues yo ya lo había tocado. No mirando a aquellos que lucían ese suave y gran plumaje en sus alas…pues las mías ya habían volado más allá de esas nubes blancas. Salí, salí de mí, y entonces, sólo entonces, es cuando en verdad viví.


Ginebra Blonde


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En tardes como aquella la nostalgia les visitaba, enredándose entre los haces de luz que se colaban por la ventana de la sala. Un par de tazas de café, ese aroma siempre cómplice, la quietud y, por supuesto, la charla. Todo les acompañaba.
-Siempre acabamos igual, ¿te has dado cuenta?
-Por algo será. A veces pienso que los recuerdos son meras realidades disfrazadas, idealizamos los momentos bonitos y tendemos a olvidar los que lo fueron menos. ¿Qué me decías de los cuatro magníficos?...
A sus cincuenta y dos años, a Eduardo acababan de prejubilarlo y saborear estos momentos se había convertido en su ocupación preferida. Aquella tarde Blanca estaba especialmente guapa, con una luz que le trajo recuerdos de sus años de juventud.
Se habían conocido en el instituto, ella tan popular por su belleza y él por todo lo contrario; diríase que llegó tarde al reparto de centímetros y masa muscular, y para compensarle le sirvieron ración doble de acné. Siempre se sintió intimidado por Blanca. Por ella y por “los cuatro magníficos”, los chicos más presuntuosos de la clase. Y esa timidez, tan molesta para el joven Eduardo, cautivó a Blanca tanto como su actitud ante la vida.
Enamorados, locos por comerse el mundo, fueron los primeros de la pandilla en casarse y pronto llegaron los hijos. Felicidad a manos llenas, esa que te prepara para los traspiés de la vida. Pero no era momento ahora de rescatar olvidos, mañana tenían cosas que hacer, ya era hora de irse a descansar.
-¿Ves como tenía yo razón, querida? Ahora me hubiesen venido muy bien esos centímetros de más, esa corpulencia que me sigue negando la vida. Aunque, en fin…, teniendo alas en el alma, ¿quién necesita más fuerza?
-Yo no. ¿Nos marcamos un baile?
Y con esa mirada dulce de quien ama de veras, Eduardo se inclina sobre la silla de ruedas a la que su mujer lleva atada desde aquel accidente, veinte años atrás, tomándola en sus brazos. Ligera, ella le abraza y al son de un imaginario bolero se deja llevar por él, camino del dormitorio.


Isa García



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Hemos quedado, como cada tarde, en el árbol de los sueños, aquel que da sombra al estanque de los recuerdos, que guarda en su corazón nuestros secretos y promesas , ese que viste el deseo de sus ramas con hojas de pasión, el cómplice de nuestro amor, salvaguarda de las envidias ajenas.
Esas frías y amargadas almas de retorcidos corazones, que encontraron la senda y sembraron el camino de mil y una razones, tan desesperadas como huérfanas.
Pero...el veneno llegó a su destino, y el silencio...cantó ausencias, melodía agónica de un gallo mudo, luces sordas...sin brillo, sueños de ramas rotas, madrugadas de luto...un árbol sin hojas, respira ocasos de esperas, con aires de futuro.
Yo sigo regando tu regreso, a la sombra del árbol de los sueños...sin hojas, con las lágrimas de mis deseos, en el estanque de los recuerdos..sin horas. Sentado busco en el horizonte de la memoria tu reflejo, perdido en el contubernio de la razón y la inconsciencia se diluye la noción del tiempo.
Aturdido... no se si son mis ojos, o el vaho cristalino de mis ilusiones, pero sueño...despierto, que tus labios son dos flamencos y sus besos sonrosados, caminan elegantes y esbeltos, en la laguna de mis lágrimas, libando las penas , dejando un mar de esperanzas, a la sombra de las esperas, que con alas de deseo y pasión, alzan el vuelo.
A ras de suelo...me cuelo entre tus zancudas patas, me siento tan pequeño, que tus labios se me desvanecen en el horizonte del murmullo alocado e insidioso, de un montón de voces picudas, de curvadas intenciones.
Espectros de colores se balanceaban en el latido permanente de las ondas, un verde esperanza, se tamiza en el espejo negro de un futuro de patas largas y ocres que pisan un pantanoso y gris presente, pero es tu sonrosado recuerdo, el que enciende, el rojo carmesí de mi corazón, en el reflejo azul del cielo sobre las someras aguas del estanque, sus latidos son los zancos de mi alma, pisoteando el lodo cenagoso, donde las voces de la insidia, agonizan presas de sus propias cadenas.


Eduardo Eguizábal

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