martes, 13 de octubre de 2015

Textos Ganadores. Reto nº 33: Juego de las palabras

RETO nº 33 : JUEGO DE LAS PALABRAS
REVISTA SEMANAL DEL RETO

Texto Ganador en Prosa
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Clara olía a tierra mojada y a biznaga. A fruta fresca y azahar. Su rostro era exquisito, bello, con unas finas pecas que hacían pensar que tomaba el sol con colador. Ella y yo éramos todo lo amigos que podíamos ser debido a nuestras circunstancias. Clara era la hija de la cocinera del pazo de los señores del pueblo.
Mis padres.
Yo era un niño enclenque y enfermizo al que Clara, con su alegría, hacía feliz. Solíamos jugar juntos en el jardín o en la casa y, de vez en cuando, cometíamos alguna pequeña travesura. Yo, entonces, me sentía pletórico. Vivo.
Al crecer, las cosas cambiaron y Clara y yo nos limitábamos a unos pocos saludos de cortesía. Aunque sus ojos seguían destilanzo dulzura al mirarme.
Yo la amaba.
Pero lo nuestro no era posible. Mis padres nunca lo hubieran permitido.
Una noche en que el jilorio no me dejaba dormir, bajé a la cocina con la intención de tomar un bocado. Mi cerebro tardó en tomar consciencia de lo que mis ojos veían: mi padre estaba besando a Clara.
Como pude procuré que no me vieran y me marché de allí. Esa noche no pude dormir y a la salida del sol me dirigí a la habitación de Clara, en los sótanos. Entré en su cuarto sin llamar y me la encontré ya vestida y aseada, pero sus ojos mostraban signos de haber llorado. Hice caso omiso de ello y la exhorté con vehemencia a que confesara que era la amante de mi padre.
El latido del corazón se me aceleró al escuchar su afirmación.
No sé por qué lo hice, pero la estrangulé. Y a pesar de ser un hombre débil, sentí que ella se quebraba en mis manos.
Mi madre fue la cómplice silenciosa que yo necesitaba para esconder a Clara. No me hizo preguntas.
Sonreía.
Hace unas semanas mis nietos encontraron la espelunca en la que mi madre y yo escondimos a Clara. También descubrieron los esqueletos.
Dos.
El de una mujer y un bebé recién nacido.
Un olor a biznaga lo inundaba todo.

Sue Celentano



Texto Ganador en Verso
( 38 puntos)

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Mi cómplice es la osadía
de amarte con vehemencia,
fue un latido el que me dijo
que el silencio en el que sueñas
es un juego de palabras,
un jilorio de hambre muerta,
consciencia de una ternura
en una hermosa doncella
de ademán tan exquisito,
que hace virtud la soberbia.
Es pudor en el infierno
la dulzura en la que pecas
y espelunca en mis entrañas
con fragancia a pura brea.
En la espina de una rosa
tu travesura es siniestra,
tus saludos, despedidas,
una alegría tan ebria
tan cerrada cual cerrojo,
cual colador que no cuela.
El rechazo de tu boca
es la afirmación que merma
los besos que van colgados
en mi sangre de llantera,
y en mi querida biznaga
de jazmín y madre selva.

Carlos Corredor Cámara

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